02 Nov Lo que no sabías sobre los cepillos de dientes. Higienista dental en Madrid
El cepillo dental con el que hoy nos limpiamos los dientes, la lengua y las mejillas y realizamos nuestra higiene oral diaria, es un instrumento que comenzó a evolucionar hace más de 100 años con el desarrollo de la fibra de nailon en Dupont.
Antes, primitivamente, los cepillos de dientes se elaboraban a partir de cerdas de cerdo salvaje y luego los más finos fueron confeccionados con pelos de crin de caballo. En ese entonces se colocaban esas fibras sobre mangos de piedra o, incluso, sobre huesos de animales. Pero los mayores problemas radicaban en la acumulación de bacterias y en la pérdida de forma a medida que se usaban.
El primer cepillo creado con esta novedosa fibra (el nailon) traería consigo grandes beneficios para la salud oral: se disminuyó la contaminación bacteriana, pues estas fibras permitían una mejor higiene tanto de los dientes como del cepillo; no se separaban las fibras del mango y el material era resistente. Sin embargo, con este cepillo se tuvo un nuevo problema: esas cerdas tan maravillosas eran muy duras para los tejidos orales y causaban muchísimo desgaste de los dientes. Si a esto se le suma una mala técnica de cepillado, los cepillos de la época no resultaban tan prácticos. Eran necesarias cerdas más suaves.
Así nacieron las versiones actuales. Los de hoy son unos instrumentos con tres o cuatro hileras de fibras en forma rectangular, romboide o redonda. Todos en términos generales tienen mango recto, que no se nos desliza al humedecerlo, con el fin de evitar daños en las mucosas de la boca. Y la parte activa es de fibras suaves, con el fin de lograr un buen cepillado y de proteger los tejidos blandos.
En muchas ocasiones, el mango puede estar angulado, dependiendo de las necesidades de los pacientes o de las habilidades y destrezas manuales de los usuarios. Y, en general, abundan los modelos de cepillos dentales manuales y eléctricos en el mercado.
¿Cada cuánto tiempo hay que cambiar?
El cepillo de dientes se gasta como cualquier otro objeto de uso diario. Por eso se debe cambiar como mínimo cada tres meses. Sin embargo, en el momento en que las cerdas empiecen a ‘despelucarse’, la eficacia del cepillado es tan baja que casi equivale a no hacerlo. Debe saber, igualmente, que una vez usado el cepillo se debe enjuagar con agua corriente y dejarlo secar. No es recomendable guardarlo en cajas, pues en lugares cerrados y calientes hay mayor posibilidad para el crecimiento de bacterias.
El cepillo, valga recordarlo, acumula enormes cantidades de bacterias y suciedad, y por eso debe cambiarse después de sufrir gripa o infecciones en garganta, para evitar reinfecciones. Y así parezca una obviedad, no se recomienda compartirlo con nadie. El riesgo de transmisión de enfermedades es muy alto.
¿Cómo se debe usar?
La técnica del cepillado es de suma importancia para la conservación de las encías y dientes sanos. Un buen uso ayuda a disminuir el riesgo de padecer caries, halitosis y enfermedad periodontal.
Hay muchos métodos para la utilización de los cepillos dentales manuales. Todo esto dependerá de la edad del paciente y del número de dientes presentes en la boca.
Para cepillarse los dientes en forma adecuada, debe hacerlo al menos por tres minutos cada vez que los quiera limpiar. Deberá distribuir el tiempo en los cuatro cuadrantes. La mejor indicación del tiempo es utilizar un reloj de arena.
Cuando se cepille los dientes debe tener en cuenta el área que va a limpiar. Se debe comenzar con las superficies externas e internas de todos los dientes. El cepillo deberá ubicarse en un ángulo de 45 grados y se deberá hacer golpes cortos y pequeños de abajo hacia arriba en los dientes inferiores y de arriba hacia abajo en los dientes superiores, contra la encía.
Para cepillar las superficies de masticación del diente, se debe colocar el cepillo sobre ellas y moverlo de adelante hacia atrás con el fin de poder eliminar los restos alimenticios.
Si lo queremos usar en los dientes de adelante, deberá poner el cepillo en forma vertical y frotar suavemente hacia arriba y hacia abajo.
Antes de finalizar el cepillado se deberá hacer un barrido de lengua adecuado, para eliminar el mal aliento y las bacterias.
El cepillado se puede hacer incluso sin crema de dientes. Lo más recomendado es siempre utilizar cremas dentales fluororadas junto con un enjuague bucal y seda dental.
¿Qué tipos existen y cuál es el que me conviene?
Infantiles: tienen una cabeza muy pequeña, un mango largo y son de cerdas realmente suaves. Es recomendable también para los niños a quienes les estén saliendo los dientes.
Convencionales: es el común y corriente que usan los mayores, con tres o cuatro tiras de cerdas y pueden ser suaves o firmes. En términos generales, se recomienda el uso de cepillos de dientes suaves para la mayoría de la población. Los firmes se pueden indicar para aquellos con prótesis dentales, pero no deben usarse en dientes normales, mucosa ni lengua.
De ortodoncia: traen una hilera media de cerdas más bajas que las dos externas para limpiar los brackets adecuadamente.
Periodontales: se utilizan para pacientes que padecen de piorrea (infección gingival aguda que daña las encías) para hacer una adecuada higiene oral alrededor de las encías y en las propias superficies de los dientes. Estas cerdas son tan suaves que pueden hacer higiene debajo de la encía y alrededor de la raíz del diente sin comprometerlo.
Interproximales: generalmente vienen con un mango reusable y un penacho desechable. Estos cepillos se utilizan en todos los pacientes que tienen espacios interdentales amplios, en los cuales estén expuestas las raíces o tengan ángulos muertos (dientes torcidos), donde se acumula comida con gran frecuencia. Vienen en cinco tamaños diferentes, dependiendo del grosor del penacho, para que concuerden con el espacio en la boca.
Eléctricos: tienen diferentes tipos de movimientos: horizontal, vertical y alternado. Los hay de tipo sónico, que se mueven al son del ruido, y los de ultrasonido. En muchas ocasiones vienen con cronometro y pulsímetros. Esto ayuda a pacientes con discapacidad motriz, pues reducen la necesidad de hacer fuerza o de tener que calcular el tiempo de uso.
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